miércoles, 24 de agosto de 2011

FIDES 441: Lo que tendrá que comprobar el Presidente

Hoy toca un artículo un poco pesado de economía. Sin embargo, exhorto al lector que haga el esfuerzo de leer el artículo, pues de todos modos es muy informativo e interesante. Para el tema, publico un nuevo nuevo artículo para FIDES escrito por Flavio Machicado, que nos muestra primero lo que muchas personas dicen: que el Presidente le está dando la espalda a Bolivia; y segundo, que nuestra bonanza económica no es más que una ilusión, lo que en un nuevo escenario internacional de crisis significa malas noticias.

Lo grave de esta nueva crisis económica es que no hay modelos claros para enfrentarla ni para predecirla. Es necesario recordar que la crisis del 2008 fue resuelta con políticas keynesianas, las cuales inyectaron grandes cantidades de liquidez en las economías para evitar la recesión. Hoy la crisis es totalmente distinta: estados sobre endeudados que están a punto de una bancarrota financiera. En estas circunstancias, Flavio Machicado comenta acertadamente que las economías más grandes contraerían sus actividades y se concentrarían en sus propios países.

Haciendo el supuesto que esto ocurra, en este nuevo escenario países como Bolivia se enfrentarán a un mercado internacional de menos bonanza, donde las reservas internacionales se diluirán en economías deprimidas incapaces de enfrentarse a un mundo más austero, ya que las fabulosas ganancias por exportación de materias primas reducirán notablemente.

Si esto sucediera, muchas de las personas que salieron de la pobreza a fuerza de bonos, subsidios y un notable incremento en el comercio informal, volverían a la pobreza rápidamente, pues su fuente casi inagotable de empleo acabaría. Aunque también hay que ver el otro lado de la moneda: los efectos del narcotráfico en Bolivia son tan impredecibles, que es difícil saber a ciencia cierta cuál será el efecto del narcotráfico sobre la economía nacional, así como el efecto sobre los valores de la población y gobernantes.

Aunque espero sinceramente que esto no suceda, la falta de soluciones tempranas, creativas y menos politizadas en los países del "primer mundo" auguran un futuro gris.

Pese a que el tema de la carretera, que se piensa introducir por el centro del Parque Nacional y Territorio Indígena Isiboro Sécure, es el hecho más importante, dado que ya existe mucha información al respecto, he optado seguir por la senda de la crisis económica mundial generalizada y su posible impacto sobre nuestra economía.



Desde luego, la posible destrucción de una reserva natural tan relevante para la humanidad y para sus propios habitantes, está dando lugar a una movilización más allá de los marchistas, lo que podría provocar una reacción generalizada de muchos otros grupos sociales - interna y externamente – que pondría en jaque al gobierno, que “torpemente” amenazó a todos los bolivianos, diciendo que este proyecto iría de todas maneras, al margen de las leyes, normas y sentimientos, propios de una actitud autoritaria que no se está pudiendo sopesar adecuadamente.



Ha llegado utilizar viejos instrumentos, como la acusación a la Embajada Norteamericana, pinchando teléfonos, con una débil y peligrosa argumentación, que ya no conmueve, al extremo de provocar reacciones de los propios indígenas, alguno de ellos dispuesto a enjuiciar al propio Presidente, por ir en contra de la Constitución, lo que sería complicado, al margen del control que tiene el gobierno del Órgano Judicial, sin necesidad de llegar a las elecciones de Octubre.



No hay duda que los cocaleros, de la coca que no se acullica, están con problemas de rendimiento de sus suelos y sus cosechas, por lo que requieren de nuevas y fértiles tierras, tirando, de paso, al basurero, toda la retórica del gobierno en favor de la madre tierra, que es lo menos importa a quienes cultivan un producto reconocidamente “depredador” del suelo.



En tanto, también se escuchan voces de toda naturaleza y color respecto a la crisis generalizada del planeta, donde los Estados Unidos de Norteamérica está encabezando la lista de los acusados, haciendo énfasis en el impacto que podría tener en nuestra economía, donde es natural que el gobierno trate de minimizar. Para ello, saca a relucir su billetera, exhibe un PIB nominal de 22 mil millones de dólares que impresiona, a sabiendas que la cantidad de bienes que producimos aumentó muy poco (4 % vrs. 2.7 % de crecimiento poblacional) y que, finalmente, son los precios internacionales y la producción del narcotráfico, los que está permitiendo esta bonanza y abundancia de dólares, que además lo vendemos barato, con el objeto de reducir los precios internos y el impacto de la inflación importada, creando un abastecimiento y sensación de bonanza artificial.



Todo el Planeta debe más o igual de lo que produce, de manera que los “activos financieros” han llegado al límite, donde los bienes, entre ellos, el oro vuele a relucir como un claro “refugio” de los que forman parte del club de los acumuladores del excedente económico, producto de un sinnúmero de operaciones, desde las lícitas hasta que francamente resultan incalificables. Producto de la naturaleza humana y no de los modelos económicos o formas de producción, que pertenece todavía al mundo de la filosofía, la ética y de quienes creen en el bien común, que también es un tema de debate.



Lo que importa es saber que quienes están en esta situación tendrán que reducir sus gastos, entrar en un plano de austeridad, a fin de lograr ciertos “equilibrios” donde vuelvan a tener sentido los instrumentos fiscales y monetarios, a través de los cuales se pueda, nuevamente, generar comportamientos y actitudes que aumenten la producción y el empleo. Volver a una economía donde el equilibrio entre la oferta y la demanda, la producción y el ingreso (pago a factores) tenga algún sentido lógico.



Un mundo, donde el intercambio de bienes y servicios, genera empleo y riqueza, lo suficiente “para vivir bien” y no abundancia extrema, donde es imposible gastar todo lo que se tiene o tener nada, al extremo de perder la propia vida. El problema es que los países ricos tendrán que reducir sus gastos y con ello, achicar y orientar su economía hacia dentro, lo que impactará a las economías recolectoras y primarias como la nuestra, donde los equilibrios entre oferta y demanda no existirían, ya que lo que fijarían nuevamente los precios serían los compradores, no a fuerza de cañoneras, sino de la regulación del mercado o de la presión directa. Al fin y al cabo, no producimos sino una parte mínima de lo que consumimos y no tenemos ni la técnica ni el capital para hacernos cargo de sustituirlos, como en las mejores épocas de la dependencia, de los términos desfavorables de intercambio y del dilema del desarrollo entre el centro y la periferia.



Economías como la boliviana, se pueden gastar rápidamente lo que acumularon, cada vez tenemos menos bienes para alimentarnos y perdimos mucho tiempo para invertir bien, a fin de tener una mayor capacidad tecnológica y adecuada infraestructura física para ser más competitivos. He visto economías comerse, en la parrilla, las reservas internacionales acumuladas y estar en problemas cuando falta una pieza clave sin la cual no caminan las máquinas o los medios de transporte. En ese caso, la subvención de los carburantes ya no sería necesaria, como lo es ahora en el país, aunque dando lugar a demasiada artificialidad y engaño. El país necesita un mayor debate interno, menos explicaciones oficiales que no se creen ni entienden, mayor transparencia informativa y más sinceramiento. Antes que sea demasiado tarde, ya que una crisis universal empieza afectando a la economías más débiles como lo ha demostrado la historia.

1 comentario:

arqui.urqui dijo...

Cuando los elefantes están molestos e inquietos, primero la pagan las hormigas bajo sus patas.

¿Cómo se protegen las hormigas?