martes, 1 de septiembre de 2009

Como esperando


En San Telmo, Bs. Aires, Quino ha sido homenajeado por haber sido el caricaturista argentino de mayor peso y reconocimiento mundial con la inauguración de una pequeña estatua de Mafalda, su creación más importante, a la vuelta de la esquina en donde esta simpática niña fue creada. Este halago viene acompañado del aniversario de la República de Argentina. Sin embargo, esto es mucho decir. En realidad Quino fue el conducto; quien realmente fue mordaz y al mismo tiempo la persona que más a fondo a tocado mi corazón es Mafalda. Esta simpática niña que habla 20 idiomas ha logrado ser como una gran fotografía de los duros años de la Guerra Fría, recordándonos que aún se podía ser un ser humano sin descuidar lo humano. Creo que de todos mis profesores, Mafalda ha sido siempre la voz crítica dentro de mí.

Sin embargo, Mafalda nunca hubiera podido dar a conocer su poderoso mensaje si es que su hermano y sus amigos no la hubiesen acompañado. Ellos son los reflejos de lo que cada uno de nosotros tiene dentro de uno; una pequeña parte de nuestra lucha interna frente a un mundo cada vez más complicado, contaminado e inseguro. ¿Acaso no tenemos nosotros, internamente, los mismos conflictos a los que se ven enfrentados Mafalda y sus amigos? A la hora de la crisis y la guerra, antes de alarmarnos y correr en pánico, también nos ponemos a pensar acerca de lo que ganaríamos con estos conflictos; recordemos cuando Mafalda trató de poner fin al hipo de Manolito, con la ayuda de Felipito (y si no recuerdo mal Susanita) dándole un susto; entraron a su almacén espantados gritando que la revolución había llegado y la matanza comenzado, a lo que Manolito siguió esperando tranquilamente por los clientes. O también cuando Susanita buscando molestar a Mafalda, le dice que ella por ser tan democrática e igualitaria, seguramente le encantaría recibir de hermano a un negrito. Esta sugerencia le valió recibir de gorro el cesto de basura de parte del papá de Mafalda.

Pues bien, esta pequeña se encuentra allí sentada, sonriente, esperando todavía, con su corazón inflamado de esperanzas, a que el año que viene sea mejor. Lo realmente triste del asunto es que, a pesar de todos los esfuerzos de Mafalda, incluso el haberse enrolado en la UNESCO para mejorar el mundo, hace tiempo que las preocupaciones de Mafalda peinan canas.

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