viernes, 5 de junio de 2009

Las Leyendas: El silencio


Las llamas provocaban que la madera crepitara, allí en medio del claro del bosque. Y estaba el hombre, acechado por los fantasmas y las sombras de sus propios pensamientos y sombras. El miedo calaba hondo en su interior, y aún así no podía dejar de aparentar una aparente tranquilidad. Y no era para menos, podía ver las sombras de sus pensamientos acechando al borde del claro, temiendo que las llamas las consumiesen. Y es que el hombre sabía que solamente el olvido podría alejar las sombras.

Así es que pasó la noche, y el hombre no pudiendo mantener los ojos abiertos finalmente cayó en un intranquilo sueño, al tiempo que sus fantasmas y recuerdos sofocaban las llamas que lo protegían, haciendo que cayera en un profundo e intranquilo sueño. Allí danzaban amenazantes sus recuerdos, todos dominados por el miedo y la locura. El sudor frío empapaba su frente al tiempo que negras nubes cubrían el cielo. El cielo se iluminó de pronto con un relámpago, y comenzó a caer la lluvia a tiempo para rescatar al hombre de la venganza de las sombras.

Despertó temblando, aunque no recordaba el sueño que acababa de tener, sí podía sentir un miedo que penetraba como el frío húmedo hasta los huesos. Se levantó y dispuso un refugio allí mismo con algunas hojas y ramas. Mientras tanto, notó que las sombras estaban sobre él, danzando y riendo a su alrededor. No pudo soportarlo, los fantasmas no lo dejarían jamás y nunca se irían de su lado. Así que corrió; corrió tan rápido como pudo, bajo la lluvia y el trueno. A medida que se alejaba del claro, pudo percibir un silencio que crecía y ensordecía la mente del hombre. Poco a poco no pudo oír nada más, y podía ver que el sol despuntaba al este. Pero no pudo más; el frío y el miedo eran más fuertes, su agotamiento hizo que cayera y no pudiera más que ponerse de rodillas a suplicar por su vida. Las sombras rieron, alzaron una mano mortal sobre el hombre que cerró sus ojos y perdió toda conciencia. Así se volvió loco, y nunca más se lo vio. De tanto en tanto, cuando se atraviesa ese bosque, se puede escuchar a un hombre correr rápidamente y escuchar un silencio ensordecedor que crece y crece, hasta que el hombre cae de rodillas y el silencio muere.


Autor: Mateo Urquizo

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